La Pueblanueva es una población y municipio de España perteneciente a la provincia de Toledo, en la Comunidad Autónoma de Castilla - La Mancha.
Geográficamente está situada en el valle del río Tajo, en la terraza fluvial, lo que le hace tener un clima suave y muy propicio para la actividad agrícola y ganadera.
Sobre la toponimia de La Pueblanueva disponemos de datos muy precisos. Se fundó el nuevo pueblo en el año 1496, durante el reinado de los Reyes Católicos. El núcleo inicial se originó en un lugar sano y de elevada llanura, rodeado, como en la actualidad, de valles. El mismo nombre de Pueblanueva indica claramente que hubo con anterioridad otros núcleos urbanos en la zona que se despoblaron en beneficio de la nueva fundación, nacida al amparo de Talavera de la Reina, bajo cuya jurisdicción quedaba todo aquel territorio.
Para F. Jiménez de Gregorio, que se basa en las Relaciones Topográficas de Felipe II, de 1576, y de acuerdo con la creencia de los lugareños en el s. XVI, fue D. Pedro de Cervantes, comendador de Santiago, corregidor y vecino de Talavera, movido por el afán de lucro, quien gestionó de forma decisiva el nuevo asentamiento, que se creaba tomando como base la posada de las colmenas llamada Esparabarbas, que era propiedad de este mismo personaje, y que vendió parte sustancial de ella a los nuevos moradores para la repoblación. No obstante, Mª José Suárez, mejor informada, y manejando documentación del Archivo Municipal de Talavera de la Reina, asegura que fue el propio concejo Talaverano quien se encargó de la fundación y organización del nuevo núcleo urbano.
Según F. Jiménez de Gregorio, la tierra donde se asentaron los nuevos colonos estaba situada en una zona de llanura, donde predomina, igual que en la actualidad, el matorral de Jara, Ladierno y Coscoja, y el lugar era conocido como Raña del Monte.
En los alrededores de La Pueblanueva se han encontrado vestigios arqueológicos de un pasado remoto, entre los que cabe destacar la tumba hallada en 1771 por el erudito talaverano Luis Jiménez de la Llave en una cripta derruida, en la que se encontraba un extraordinario sarcófago hispano-romano, fechable en el siglo II ó III de nuestra era. Dicho sarcófago presentaba importantes destrozos, ocasionados posiblemente por el inexorable paso del tiempo o quizá, según F. Jiménez de Gregorio, por la profanación a la que se vio sometido durante los tiempos de las invasiones bárbaras en Hispania por los Vándalos, que destrozaron literalmente pies, manos y cabezas de los excelentes relieves de notoria influencia bizantina, en los que aparece Jesucristo rodeado de los Apóstoles dentro de arcos de medio punto. En la actualidad esta notable pieza se encuentra depositada en el Museo Arqueológico Nacional, y es considerada una de las joyas más importantes del arte Paleocristiano español.
La multitud de restos arqueológicos de importancia hacen pensar sobre la posibilidad de un asentamiento urbano de origen romano en la zona (Jiménez de Gregorio), quizá ubicado en las proximidades del cerro de Santa María, y conocido como Lórbiga, posteriormente como Órbiga, y que es posible identificar con la actual finca de La Hormiga y con la Ilúrbida de Ptolomeo. En la actualidad ese yacimiento romano es conocido como La Mina.
De esta época se conservan, sobre todo, topónimos como almafrague que significa vacío, en clara alusión al terreno despoblado y yermo que los árabes encontraron cuando invadieron estas tierras poca después del año 711; también hay un valle del Bujillo, que según Jiménez de Gregorio hace alusión a la palabra árabe bruch que significa torre o el topónimo albueros que se puede traducir por laguna o depósito de agua.
De los tiempos medievales cristianos también se conservan multitud de topónimos en la zona como Santa María, Santa Cruz, San Juan, San Marcos, etc., que bien pudieran corresponder a nombres de ermitas que se mantuvieron en la zona después de la desaparición de éstas.
A principios del siglo XIV se mencionan en la documentación del Arzobispado de Toledo, las dehesas de Orbiga, Sangrera, Almofrague, la Peraleda, Cotanillo, la Albuera, Hijares, etc., con una población muy dispersa, aunque Jiménez de Gregorio asegura que estas dehesas ya existían como tales desde el siglo XIII o incluso antes.
Talavera de la Reina pasó a ser señorío de los Arzobispos de Toledo por carta de privilegio otorgada por Enrique II el de las Mercedes en Toledo el 25 de junio de 1369, y una vez acabada la guerra civil que le enfrentó a su hermano, el rey legítimo Pedro I, recompensando de esta manera el apoyo recibido por el Arzobispo Don Gómez Manrique en la contienda fratricida de 1366-1369.
La documentación nos permite conocer sustanciosos datos sobre la zona en los siglos bajo medievales. Así, sabemos que en el s. XIV San Pedro de Almofrague fue cabeza de parroquia, y que algo más de un siglo después, el 14 de octubre de 1495, el concejo de Talavera de la Reina, concedía licencia para repoblar la parroquia, en un lugar que había sido delimitado previamente por oficiales del concejo talaverano a Juan de Alcocer, Bartolomé de Castro y Alonso García con "...las condiziones con que poblaron oros lugares de la Jara.", que no eran otras que la prohibición de vender, trocar o arrendar las tierras entregadas a los pobladores, la imposibilidad de obtener la plena propiedad de la tierra por pertenecer a los bienes comunales de Talavera de la Reina, la prohibición taxativa de permitir nuevos vecinos sin contar con la licencia del concejo de la villa, y el beber vino que no fuera de Talavera, además de una serie de medidas de carácter económico que no debieron prosperar, pues a finales del s. XVI sólo quedaba en aquel lugar una casa de labranza, que en el s. XVII aparece ya como despoblada.
A finales del s. XV la recién fundada Pueblanueva tenía algunas alquerías en los alrededores conocidas como Baharril, Albohera y Pelarrodrigo.
Finalmente, y como ya sabemos, en 1496 nació La Pueblanueva en el término del Alijar de Vademalillo. La propiedad de la tierra correspondía al concejo talaverano, y por lo tanto pertenecía en señorío a los Arzobispos de Toledo, quien restringía los derechos dados a los repobladores sobre las parcelas que se les entregaban aunque con la posibilidad de disfrutar de ellas y poder transmitirlas por vía hereditaria a sus descendientes. En sesión de 17 de marzo de 1501 el concejo de Talavera de la Reina fijó las condiciones a las que tenían que estar sometidos los nuevos moradores del lugar, condiciones muy parecidas a las exigidas en 1495 para la repoblación de Almofrague, citadas anteriormente.
Esta nueva fundación, según Mª José Suárez, intentó de alguna manera compensar el fracaso que había supuesto el anterior intento de repoblar la zona. Lo cierto es que la población de La Pueblanueva creció de manera incesante en los años inmediatamente posteriores a su fundación, y en menos de un siglo, en 1576, el municipio alcanzaba ya la cifra de 350 vecinos, cantidad que según esta misma autora no había logrado ningún otro lugar de la zona.
No obstante, el tipo de relaciones, fundamentalmente económicas, de la nueva población con Talavera se pueden calificar de verdadera servidumbre. Todos los municipios pertenecientes al alfoz talaverano tenían la obligación de suministrar los productos agrícolas básicas en la alimentación medieval (grano fundamentalmente), para ser vendidos en el mercado talaverano, impidiendo que los aldeanos pudieran vender sus productos al mejor postor. También Talavera ejerció un verdadero monopolio sobre el vino que producían sus viñedos, y así, era el único que podía ser vendido en todos los pueblos de su alfoz, prohibiendo posteriormente que los habitantes de Almofrague y La Pueblanueva pudieran plantar viñas ni adquirir vino de otras localidades porque "...si de otra manera se ouiese de hazer la villa en quanto a lo del vino e viñas se perdería, porque aquella es la mas prinçial fazienda que los veçinos de la dicha villa viuen".
Siglo XVI:
Las llamadas Relaciones Topográficas de Felipe II, fechadas en 1576, aseguran que la villa contaba con unos 350 vecinos, y a finales de siglo la cifra se había reducido de manera ostensible a 200, quizá como consecuencia de la terrible epidemia de peste que asoló toda Castilla de 1596 a 1602, que se cobró más de medio millón de vidas, poniendo fin al constante crecimiento demográfico que se había experimentado en toda la Península Ibérica durante el s. XVI.
Había en esa fecha un alcalde, un mayordomo, tres regidores, un alguacil y un escribano con un salario de 50 maravedíes. El resto de autoridades concejiles ganaban un real cada vez que tenían que ocuparse de los asuntos del Común. De entre los vecinos, 70 eran labradores y la población restante se dividía entre jornaleros y artesanos fundamentalmente. De los labradores había cuatro que se consideraban hidalgos e incluso poseían cartas ejecutorias del apellido Agüero. La organización concejil era de concejo abierto y las justicias eran propuestas por elección y nombradas por Talavera de la Reina cada año. También había seis beneficios curados, uno de ellos radicaba en San Pedro de Almofragüe-Sangrera, beneficio que en el año .570 estaba dividido en una parte para el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, otra para las iglesias de La Pueblanueva y de San Pedro de Almofragüe, y una restante para las iglesias de San Bartolomé, Santa Cruz de la Jara y Santa María de Sangrera; estas dos últimas se encontraban a media legua de La Pueblanueva.
Siglo XVII:
Las fuentes de información para conocer los pormenores de la vida de La Pueblanueva durante el s. XVII son en extremo escasas.
Es lógico pensar que las continuas crisis demográficas, ocasionadas por la peste, las hambrunas y la situación de empobrecimiento generalizado que envolvía el país, de aquella centuria se dejaran sentir en nuestro pueblo. Tras la gran epidemia de 1596 - 1602, se produjo otra acometida pestífera en 1647 - 1652, que afectó de lleno a Castilla diezmando su población. Jiménez de Gregorio afirma, sin indicar la procedencia de la fuente, que La Pueblanueva contaba con sólo 185 vecinos a mediados del s. XVII.
De más datos disponemos sobre epidemias en la segunda mitad del s. XVII y sus repercusiones en el área de Talavera de la Reina. Así, sabemos que una prolongada sequía durante los años 1863 a 1865, repercutió muy directamente en nuestra tierra, provocando una enorme escasez de alimentos que, unido a la falta de higiene general, creó un caldo de cultivo inmejorable para el contagio y la propagación de enfermedades infecciosas.
Siglo XVIII:
A diferencia del s. XVII, durante el XVIII disponemos de importantes y variadas fuentes para conocer la evolución demográfica de La Pueblanueva.
Según los datos aportados por Jiménez de Gregorio, la población osciló entre los 370, 424 y 500 vecinos, es decir, entre 1587 y 1883 habitantes, de los que la última cifra (censo de 1787), nos asegura que había 1.008 solteros, 737 casados y 138 viudos, de los que 39 eran varones y 99 mujeres.
El catastro del Marqués de la Ensenada afirma que en 1752 La Pueblanueva contaba con 370 viviendas de las que nueve estaban arruinadas y tres permanecían cerradas. Datos que contrastan con los aportados por Madoz, casi cien años después, cuando aseguraba que en La Pueblanueva había 750 casas (más del doble), de las que la mayor parte eran incómodas y de mala construcción.
La composición social que nos presenta el Catastro de 1752, muestra las características propias de las sociedades del Antiguo Régimen. Estaba compuesta por un total de diez eclesiásticos, siete de ellos seculares y tres regulares, pertenecientes estos últimos a los monasterios de Santa Catalina de Talavera de la Reina, San Lorenzo de El Escorial y al convento de los Trinitarios Descalzos, también de Talavera. Asimismo, disponía nuestro pueblo de un sacristán. El médico, por su parte, recibía un salario de 7.500 reales, de los que 600 provenían del estado eclesiástico; también se detecta la presencia de un cirujano, un sangrador, dos boticarios, un escribano y un albéitar o veterinario. De entre los oficiales municipales hay que destacar la existencia de dos alguaciles, un cobrador de la Tercia, un estanquero, un mediador de la mojonera, un tamborilero, un administrador y dos mayordomos. Había una cantidad ciertamente importante de artesanos y comerciantes, entre los que destacan cuatro fabricantes de cal, dos tejeros y ladrilleros, dos herreros, cuatro tenderos, quince arrieros, seis panaderos, varios zapateros, un número no determinado de criadores de gusanos -fundamentalmente viudas -, actividad estrechamente relacionada con los cincuenta y tres tejedores de seda, un tendero de alfarería vidriada, dos barqueros y nueve vendedores de pan. Finalmente se cuentan una centena de jornaleros - que cobraban por su trabajo 3 reales -, tres hortelanos y doce pobres de solemnidad.
Por otra parte, el conocido como Censo de Floridablanca de 1787, arroja los siguientes datos: nueve eclesiásticos (uno menos que en 1752), entre los que figuran un cura, un teniente de cura, siete clérigos particulares y un sacristán. También se cuentan veinticuatro hidalgos, un escribano del concejo, cinco comerciantes, treinta artesanos, dieciocho labradores, doscientos catorce jornaleros y ciento veinte criados, y un empleado, del que no se especifica su ocupación, con sueldo del Rey.
La actividad económica, fundamentalmente agraria, queda también perfectamente reflejada en el Catastro de Ensenada de 1752, que asevera que en ese año había unas cuatrocientas cabezas de ganado caballar, setenta y ocho mulas, trescientos sesenta asnos, cien mil de lanar, mil quinientos de cabrío y mil cuatrocientos cerdos. Algunos años después, el Censo de Floridablanca afirma que en la labor del campo se empleaban doscientos pares de bueyes y cien mulas; la cabaña lanar ascendía a quince mil cabezas y la de cabrío a tres mil, la saca anual de cerda se computaba en ochocientas cabezas. También hay noticia de cincuenta colmenas, quince molinos de aceite, de los que uno pertenecía a los monjes jerónimos de San Lorenzo de El Escorial y otro era para hacer harina y se encontraba en el rio Sangrera. Los de aceite, muy productivos (en .787 se recogieron dos mil cántaros de aceite), rentaban de 500 a 1.400 reales.
En 1.752, La Pueblanueva contaba con los siguientes bienes propios:
- Huerta ubicada en la ribera del río Sangrera, conocida como la Pradera, que tenía árboles frutales regados con agua de pie.
- Setenta labrantías y diez de monte en La Dehesilla.
- Varias casas, una carnicería, una cárcel, el llamado cuartel, el corral del Concejo.
- Casa del Ayuntamiento.
Un censo a favor con unos réditos de 82,50 reales, y otro de 9 reales, más otros 800 por arriendo de la dehesilla boyal.
Contaba nuestro pueblo a mediados del siglo XVIII con un mesón que rentaba anualmente 300 reales; además de dos tabernas, una de ellas en la casa de la cárcel; tres tiendas de mercería; una abacería, donde se vendía al por menor aceite, vinagre y toda suerte de legumbres secas; carnicería; seis panaderías y dos barcas de remos para cruzar el Tajo. También había un hospital, escasamente dotado con unos 39 reales al año que provenían de unos censos.
Siglos XIX y XX:
Sabemos que a mediados de aquella centuria este municipio contaba con ayuntamiento, estaba sujeto a la Audiencia Territorial de Madrid, pertenecía al partido judicial de Talavera de la Reina, y en lo militar dependía de la Capitanía General de Castilla La Mancha. También conocemos el nombre de algunos núcleos urbanos que ya aparecían despoblados durante el s. XIX, como Santa Cruz de la Jara, Almofrague y Sangrera, con las casas de San Antonio y San Pedro.
A mediados de siglo el número de molinos de aceite era de 22, más uno harinero, que se mantenía desde el s. XVIII. Existían dos fuentes de agua potable, una de aguas calizas y otra de "aguas más gordas". El correo, por su parte se recibía en cebolla tres veces a la semana mediante un valijero.
La población ascendió, al igual que en resto de España. Madoz asegura que se contaban 523 vecinos que sumaban un total de 2.334 almas.
El capital de productos cultivados que, al igual que hoy, eran principalmente aceite, cereales y hortalizas, suponía a mediados del s. XIX la cantidad de 5.124.186 reales y el imponible, por su parte, ascendía a 154.108 reales. El presupuesto municipal era de 18.533 reales, de donde había que descontar 500 que se le debían pagar al secretario, y que se cubrían con 958 reales provenientes del producto de los bienes propios y el resto por reparto vecinal.
A finales del s. XIX, y según documentación conservada en su Archivo Municipal, La Pueblanueva recibió el título de Villa, otorgado por la Reina Doña María Cristina, madre y regente de Don Alfonso XIII hasta 1902.
La población siguió aumentando durante las últimas décadas del siglo, así en 1900 la villa contaba con 2.495 habitantes.
El s. XX trajo consigo un constante ascenso demográfico, consecuencia inequívoca de las mejoras higiénico-sanitarias de las que se benefició la población española, que se interrumpió a partir de la década de 1950, debido principalmente a la emigración de las gentes del campo a los grandes núcleos industriales del país.
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